Joaquín.
Muchos le habrán conocido en otras de sus facetas, esta es sólo mi visión personal.
Cuando yo nací él tenía 76 años.
Según me han contado, pasé muchas horas corriendo por los pasillos de su casa, armando jaleo.
Recuerdo que era él quien me recogía del colegio, me hacía la merienda y me leyó los primeros libros sin dibujos. Una vez me dijo que cuando aprendiera a leer no pararía nunca.
Iba siempre con traje y corbata.
Todos los domingos venía a casa a comer cocido, le encantaba. Luego se echaba la siesta en una de nuestras camas. Por la noche la almohada aún olía a su loción de afeitar.
Sonreía cuando agarrábamos pataletas por tener que estudiar, y se reía a carcajada limpia gateando con mis hermanos pequeños por el pasillo de casa.
Por muy ocupado que estuviera, siempre tuvo tiempo de prepararnos la merienda, leernos un cuento o salir a dar una vuelta.
No contaba batallitas, se interesaba mucho más por lo que nosotros pudiéramos contarle, dándonos a entender que su pasado jamás podría competir en importancia con nuestro presente.
Nunca me aleccionó, pero sí me dio consejos, con una voz lenta y firme. La voz que tiene alguien que ha vivido muchas más cosas de las que hubiera deseado.
Aquellos consejos no eran sentencias. No marcaba el camino que debíamos seguir, te explicaba cómo abrir tu propio camino.
Hizo muchas cosas en su vida, algunas salen en los libros. Pero los libros nunca podrán recoger cómo hacía que nos sintiéramos la gente a la que amó.
La devoción con la que hablaba de su esposa era algo que vivirá eternamente en todos los que le conocieron.
Cuando algo no le gustaba, lo decía. Era transparente y claro. Contundente, y justo. Tenía un sentido del humor que habría sorprendido a más de uno.
Cuando las cartas venían malas las jugaba con un estoicismo sorprendente. No se quejó nunca. De nada.
Se desvivía por la gente, no sólo por su gente.
Me quedo con sus risas, al fin y al cabo, él siempre fue feliz y estoy completamente seguro de que habría dado todo lo que tuvo para que nadie estuviera triste ahora.
Era una persona buena.
Era mi abuelo.
ahora no importa si estas triste, a ellos les importa que sientas libremente, las lágrimas, la risa entrecortada, los abrazos aprisionándose, esa sensación exacta de nada o vacío, el dolor de cabeza y no saber muy bien que sentido tiene el cemento...
ofrendas, canciones, besos, textos, recuerdo eterno recuerdo
ahora son dioses, verdaderos dioses porque fuimos testigos de sus poderes, de su lucha, de su tierna imperfección
Te honra todo esto porque Joaquín se parece mucho a ti Pablo