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Prometeo robó el fuego a los dioses para concedérselo a los hombres. Siempre me ha gustado pensar que otros robaron otras cosas a otros dioses para dárselo a otros hombres. Gratifica. De este modo podemos pensar que parte de las cosas que tenemos, no estaban hechas para nosotros, y que sólo las disfrutamos por la osadía de unos pocos. A decir verdad no es más que una forma de justificar mi propia osadía a la hora de escribir estas líneas. No es que busque compararme con Prometeo, más bien que me gusta el fuego.
Si el hedonismo es la búsqueda del placer personal, Ella era el premio gordo del concurso. Inspiraba. Era belleza sugerente. Fuera del mero marco que llevamos encima, y al que algunos degenerados rinden culto, y llaman cuerpo, cautivaba. Eran ojos que miraban sin ver, por encima de las cabezas, con una melancolía más propia de Helena de Troya que de ningún otro moral. Era un timbre de voz que, maniatado, luchaba por guardar la compostura, en vez de salir en torrente maldiciendo contra todas las suertes, y cagándose en la puta madre de todos los presentes. Eran unos gestos medidos, cautivos del momento, pero que mostraban pistas inequívocas de saber hasta latín.
Me gustaría poder ir más allá, imaginar su vida y poder plasmar recuerdos fantásticos con parecidos lejanos y precoces. Pero aún me gustaría mucho más narrar una historia y equivocarme de pleno, para descubrir que aún hay ficciones que jamás harán sombra a la realidad, que, aplastante, devora sueños, ata coincidencias y premia a quien debe. Y tal vez sea por eso, porque hacía tiempo que no me importaban las realidades de la gente desconocida, por lo que estoy tecleando. Sería bonito. Mejor dicho, me parecería bonito.
Es curioso, y pocas veces pasa, sentir la necesidad de escribir sobre alguien a quien no conoces. Mientras atas frases y cierras párrafos, te das cuenta del por qué de la escritura. No lo que dices, si no lo que te mueve a decirlo. Es comparable a tener una meta, pero no un camino.
Sí, creo que he acertado, inspiras. Muchas gracias, me hacía falta encontrarte.