La Última Fila
FORO! Las notitas de clase
29 noviembre 2006
 
Úlim.

Estaba tumbado en a cama. La mano izquierda, hecha un puño, aguantaba todo el peso de la cabeza, detrás de la nuca, en el pecho un cenicero, en la mano derecha un cigarrillo. Si miraba al infinito veía, a cinco metros, unas cuantas botellas vacías y un par de fores que, al ser de plástico, sólo podían fingir que se marchitaban. Era el final de a habitación. Ahí acababa su patria.

La escena era ordenada, exalaba el humo a la vez que la mala ostia, e inspiraba intentando atrapar toda la atmósfera que le rodeaba. Si aguna vez alguien ha hecho meditación bipassana con un cigarrillo en los labios tal vez lo entienda. Toda la tranquilidad se vió rota de golpe con su entrada. Previsible. Como en las películas malas que sólo sirven para meterse mano en el cine... Redoble de tambor: tratratratratratara.

Voy a presentárosla. Se llamaba, digamos que Maruja. Metro cincuenta y ocho de montaña rusa; y centímetro y medio de más, donde acumula todo lo que no quiere decir. Ojos de color hachís. Un saco de cosquillas. Por ombligo tiene una piruleta. Sabeís las gilipolleces esas que se dicen sobre las agujas y los pajares? Pues eso.

- Qué haces?
- Pensaba.
- En qué pensabas?
- En la Teoría Cinetico-Molecular de los gases.

Los experimentos de Joule demostrando que el calor es una forma de energía hicieron renacer las ideas sostenidas por Bernouilli y en el período entre 1848 y 1898, Joule, Clausius, Maxwell y Boltzmann desarrollaron la teoría cinético-molecular, que se basa en la idea de que todos los gases se comportan de la misma manera en lo referente al movimiento molecular. Los gases están constituidos por partículas que se mueven en línea recta y al azar.

Con dos cojones del tamaño de pelotas de basquet. En línea recta y al azar. Así. Zás!! Que digo yo, si es el línea recta y al azar... cuando giren, lo harán en 90º, cambios de dirección totales y absolutos. Algunos deberían aprender de las aprtículas de los gases.

Así que, en línea recta, y posiblemente gracias al azar, la arrastó hasta la cama, y ella se dejó arrastar. Imperterrita, Audrey les miraba desde una pared. Si alguien hubiera podido acercarse al ojo de la cerradura sólo habría oido risas.

De fondo Lennon invitaba a imaginar no se qué.

26 noviembre 2006
 
Música.

Te juro que esto iba a ser una canción de amor.
Quería decirte que en tu piel huelo océanos.
Que el firmamento está cercado por tus cejas.
Que tu risa me traspasa.
Que tu ombligo es mi refugio.
Que tu tobillo mi trampolín.
Que tu cadera mi ciudad.

Y el valle de tu pecho mi única patria.

Pensaba desvelarte un secreto.
Pensaba en dejar de pensar.
Pensaba ponerme tierno.
Gilipolleces de crios quinceañeros con granos en la cara.
Ripios de Lorca.
Pensaba compararte con el pasado.
Suavizar contigo el futuro.
Asesinar, a navaja, el presente.

Pensaba en decirte que tatuaras mi espalda con tus dientes.

Pensaba en susurratre.
En hablarte.
En cantarte.
En gritarte.
Pensaba en oletre.
En esnifarte.
En drogarme contigo.
Pensaba en tocarte.
En acariciarte.
En poseerte.

Y en crear en mi cama tu prisión.

Regarte con abrazos.
Juntarte a mi pecho.
Follarte a mansalva.
Pensaba tensar el arco de tu pelvis de un mordisco.
Quería decirte que las musas te corean.
Que abonaras mi esperanza.
Que me regaras con tus besos.
Que me palparas el alma.

Pensaba poner un estribillo.

Frio traspasando bufandas y miradas que se cruzan.
Pensaba tocar esa canción a base de risas bajo las sábanas.
Deseaba que entendieras lo que no tecleo.
Deseaba que usaras mis ojos.
Deseaba rimarte con el otoño.
Entonarte entre colillas.
Pensaba pa-la-de-ar-te.

Te juro que esto iba a ser una canción de amor.

22 noviembre 2006
 
Kilómetros.

Más o menos me conoceís, los que no en persona, me habeís leido. No voy a hacer una declaración de principios pero podeís imaginar, de vez en cuando, cómo pienso. Empirismo. Vida cíclica. Error como medio de vida. Bla, bla, bla. Bien, con eso quiero decir que tengo cubiertas las espaldas por lo que venga a continuación...

Atención, clase, pregunta de examen: Qué pasa cuando todo lo que dice el capullo que firma esto falla?

Tic, tac, tic, tac.... Nadie lo sabe? Bueno, yo me he pasado días pensándolo, y, al final, he llegado a una semirespuesta, la llamo la "Teoría del Chute Póstumo". TdCP, por aquello de abreviar, que es tarde y no me apetece acostarme tarde.

La TdCP postula algo como: "La distancia física acorta la distancia psicológica, de forma que cuanto mayor sea la primera, menor será la segunda". Por desgracia es una teoría unidireccional, si no sería la ostia, lo se.

Ejemplo práctico. Sujeto de estudio: Yo (que para algo soy un masoca de dos pares de cojones).
Enunciado: El sujeto de estudio se va, con la cabezita hecha un balsa de aceite, a un país muy muy lejano, donde la gente habla raro, come peor, y conduce por el lado que le sale de la punta del cimbrel, una vez habituado al nuevo entorno, un día cualquiera el sujeto de estudio se da cuenta de que paladea sabores viejos, y se acojona, sueña otras caras y a las caras que no sueña les pone otros nombres, el menda decide ponerle fín.
Pregunta: Tiene otra salida, aparte del suicidio, el sujeto de estudio?.

Según la TdCP "La distancia física acorta la distancia psicológica, de forma que cuanto mayor sea la primera, menor será la segunda" por lo tanto no sólo es lícito que el menda se acuerde de aquellas fotos (sacadas entre risas, en blanco y negro, contra un espejo, mientras uno apretaba el botón de "click" la otra le mordía el cueyo y la foto siempre salía desenfocada), si no que también es normal que cada noche tu recuerdo venga al interior de mis párpados (giño a un grande) para, de forma no deliberada, subir al séptimo cielo antes de caer en picado a ritmo del despertador.

La causa de que la TdCP sea infalible es natural, y tú, querido lector, la has sufrito. Atento. Sabes que hay ciertas calles prohibidas, ciertos restaurantes, bares, o garitos, donde sólo tu espíritu de masoquista aférrimo te impulsaría a ir, el por qué ya debería estar claro, dentro de esos sitios, o paseando por esas calles, podrías encontrártela. Pese a todo tienes esos sitios cerca, y, algún día que otro (suele darse los días que el Indio de la botella de Cacique te giña un ojo) decides tentar a tu suerte, a la suerte de la suerte, y a la madre que parió a la suerte de la suerte de la suerte... Paseas por esas calles con mil ojos puestos en puertas y ventanas, entras en los sitios con una congoja que hace que el corazón, en vez de palpitar, toque un ritmo de blues en batería... Puedes verla o no, pero eso ya no importa, porque lo has hecho. El problema es cuando los dioses, con ese sentido del humor que parece una fusión entre Chiquito y Los Morancos, hacen que esas calles, esos sitios, esos olores, estén a tomar por el culo. Te acaban de privar de la posibilidad de jugarte tu suerte con el pecho descubierto y la navaja entre los dientes, ahora, por más que quieras, ya no puedes. Estás jodido.

Un día un recuerdo se despierta en tu lóbulo frontal, haciendo que te duela la cabeza, el alma, y las pelotas, por ese orden, generalmente. De normal, en días como ese te levantas, duchas, pajeas, vistes, conduces, pasas por su cafetería, te olvidas de ella y te vas a hacer tu vida; pero, si te ocurre como al sujeto de estudio, no puedes hacer eso así que te levantas, duchas, pajeas, vistes, caminas, piensas, caminas, piensas, caminas, piensas, y te dan por el culo. El recuerdo despierta a tres o cuatro más de sus colegas y al final necesitas ir a ver al Indio de Cacique para poder hacer tu vida...

Imagino que hay varias formas de atacar la Teoría del Chute Póstumo, imagino que es revocable, razionalizable y, por supuesto, superada. Puede que un día yo mismo os de la respuesta, pero por ahora no quiero buscarla, ya sabeís. Empirismo. Vida cíclica. Error como medio de vida. Bla, bla, bla. Mejor voy a ver que me cuenta el Indio antes de irme a pelear con bonitas caras que tapizan mi almohada.

16 noviembre 2006
 
Introspección.

Anoche no dormiste nada. Tenías que acabar un ensayo. A las nueve de la mañana sales de casa. Miras en el buzón. Premio. Dos cartas. Las guardas con una sonrisa en la cara. Vas a hacer papeleos. Entregas el ensayo. Te largas a tu casa. Cierras puertas y ventanas. Coca-cola con hielo. Donetes. Mesa despejada. Sacras las cartas. Abres. Sacas. Desenvuelves: hachís. Cigarrillo. Mechero. Papel. Lames. Partes. Deshaces. Mezclas. Quemas. Enrollas. Lames. Enciendes. Aspiras. Contienes. Exhalas.

Tiempo muerto …

… fumas …

… fumas …

… fumas …

… desconectas.

Llevabas sin dormir más de veinticuatro horas, así que decides meterte en la cama, con música de fondo, rock and roll. Tumbado empiezas a notar que se te seca la boca. El cerebro se embotona. Empieza a mandar órdenes aleatorias a tus músculos. Se te mueve un pie de forma involuntaria. Luego la mano. El hombro. La pierna izquierda. La derecha. Las dos juntas. La cabeza empieza a moverse de lado a lado, imitando a un metrónomo a toda ostia. Notas que el colchón sobre el que estás es de piedra. Duro. Frío. Intentas atravesarlo con los dedos. Imposible. Es piedra. La cadera se transforma en una brújula. Puede moverse, a su antojo y sin tu control, arriba. Abajo. Izquierda. Derecha. Nortesuresteoeste. Sur. Oeste. Este. Este. Norte. Oeste. Sur. Sur. Norte. Y eso en una décima de segundo. Pareces una marioneta. Un títere tira de tus hilos a su antojo. Sin tu consentimiento. Recuerdas a John Malkovich. Crees que no estás bajo tu control y te lo demuestras. Cantas. Cantas!!. Por qué cojones vas a cantar si jamás harías eso si estuvieras bien? Así que al plantearte el propio hecho de hacerlo descubres que algo no marcha. Pese a todo. Cantas. La boca estaba seca, la primeras palabras de la canción no salen, lo cual provoca que te plantees el por qué no puedes cantar, al hacerlo olvidas por una décima de segundo la letra de la canción, un segundo después decides volver a cantar, pero ya no hay forma de recordar la canción, pertenece al pasado, olvidada por completo, ni aunque te ofrecieran todo el dinero del mundo podrías, ahora, recordar de que canción se trataba. Te emparanoias. Estás perdiendo memoria? Te entra una arcada. Piensas: y si vomito y muero ahogado por mi vómito. Es absurdo, pero… Te das la vuelta, ahora estás de lado. Por si acaso vomitas y te mueres con tu vómito. Acabas de salvarte la vida. Eres un genio. Con tanta excitación neuronal tu cuerpo se ha emocionado y lleva casi diez segundos seguidos convulsionando de forma incontrolable. Ahora, al menos notas que está convulsioando. Once. Doce. Trece. Catorce. Quince. Diez y seis. Diez y siete. Diez y ocho. Diez y nueve. Le das la orden a tus piernas de que dejen de bailar al ritmo del batería que suena por los altavoces del portátil. Quietas. Paran en seco. Te duelen, están llenas de calambres. Una ola, tu cuerpo acaba de sentir una ola, empieza en tus piernas, con los calambres, sube por el fémur, te toca la pelvis, asciende por toda la columna y muere en la coronilla, provocándote una ondulación completa. Como el Camp Nou contra el Madrid. Una auténtica ola. Decides que no puedes dormir, te quitas el edredón de encima. Al instante tienes frío, mucho frío. Abres los ojos. El techo te saluda. Gira endiabladamente a tu alrededor. Frío. Giros. Giros. Frío. Sonríes. Decides que no puedes dormir. Te tambaleas hasta la silla y empiezas a escribir.

Media hora después llegas a esta línea… y pasas a la primera persona. Dentro de unas horas leeré lo que he escrito.

Dedicado a alguien, en algún lado, que hace de cartero del cielo, va por ti púgil, y más te vale hacer las cosas bien, porque si las ganas de follar aprietan ni los culos de los renos se respetan.

10 noviembre 2006
 
Buscándote


Va una de sinceridad bicarbonatada. De esas que duelen. Será porque son las cinco de la mañana y porque no puedo dormirme, será porque los dioses mueven mis dedos o porque echo de menos tu coño. Será por lo que sea, pero lo importante es que es.

La cara y la cruz se quedan pequeñas.

He conocido a muchas, pero aún no te he conocido a tí, por eso te escribo, con la esperanza de conocerte, de que mis palabras formen tu cuerpo, probablemente menudo. Para que mis frases den forma a tus abrazos y mi sudor aliñe tu espalda. Para que mis dedos recorran tu cara y tus muslos sean siempre mi postre.

Te echo de menos.

Sumo y divido historias pasadas, multiplican los aciertos y dividen los errores, el saldo es positivo, por poco, todo sea dicho, pero positivo en definitiva. Se que no me haces falta y que un día volveré a encontrarte, o que te encontraré por primera vez. Se que puedo ser, y soy. Se cosas que he aprendido del único modo que se aprender, ya sabes.

Dos vueltas en la cama son muchas vueltas.

Millones de polaroids atesoro en el espacio que hay entre mis ojos y mis cojones, millones de polaroids difuminadas que esperan a revelarse en turba.

Las risas tienen otro color.

Hemos conocido decenas de bares, centenas de ciudades, miles de risas, millones de polvos entre sábanas huérfanas de mañana... pero también conocimos una, y sólo una, razón que hizo imposible repetir los bares, las ciudades, las risas y los polvos... es por ello por lo que hoy te escribo, maldita hijadeputa, pese a que no te conozca.

Se que no debo, pero ya no puedo evitarlo.

Tengo tu nombre gravado en mi piel a hierro candente, te imagino pegada a mi en la distancia, aunque tú aún no lo sepas estás ahí, mirando con esos ojos que traspasan mi alma

Me enmaraño en tu pelo.

Mis labios recuerdan el primero beso, pero no se han acostumbrado al último. Es por eso por lo que te busco en callejones pagando a fulanas con palabras falsificadas que imitan billetes de veinte euros.

Guardo tu sabor, y tu olor.

Si nunca hubiera sentido lo que tú me harás sentir no te echaría en falta, al haberlo sentido me veo condenado a un foso lleno de serpientes que se dedican a enrollarse en mis piernas evitando que avance.

Quiero buzear en tu ombligo.

Cuento los segundos que pasan hasta que mu funda en tu pecho de forma que ni el mismísimo Satanás se atreva a insinuarnos que hay otras manzanas, por miedo a llevarse tal ostia que le den vueltas los cuernos durante tres días.

No se pueden regar las flores de madera.

Después de tí la palabra "adios" parecerá una pantomima inventada para la otra gente, para los desgraciados que nunca hayan entendido por qué tus ojos son el mejor de los espejos.

Perseo se ha perdido.

Llegará el día, lo se, que vuelva a ver las risas. Llegará el día, lo se, que pueda moldear mis sueños. Llegará el día, lo se, que destroce el diccionario porque no tendrá palabras que puedan exprsar lo que quiero susurrarte.

Abriéndome el pecho me juego mi suerte.

05 noviembre 2006
 
Enfoques.


Me desperté pronto, es lo malo de tener obligaciones. Desnudo salí de la cama y me metí en la ducha. Diez minutos después empecé a pensar en cómo organizar el día. Stephan, mi editor, me había llamado anoche, me dijo que la prueba de maquetación era dentro de cuatro días y que aún no tenía mis fotografías, que sentía mucho lo de Helene, pero que me pagaban para algo, así que ya sabes, campeón, o curras o te pasas el día tirado en casa y viendo la tele, depende de si quieres o no cobrar, añadió antes de colgar el teléfono.

Es por eso por lo que hoy había vuelto a poner el despertador después de tenerlo encerrado casi un mes en un cajón. Tenía que trabajar, por suerte mi trabajo no me ataba a horarios, a trajes y a comidas estúpidas aguantando gilipollas recién licenciados que no saben diferenciar entre su culo y su cabeza. Yo era fotógrafo. No podía conducir un BMW, pero aquello tampoco era para mí, con mi moto tenía de sobra para moverme.

Hacía tres semanas que Helene se había largado, pegando un portazo que dejo huérfanos a nuestros peces, dejando mi armario demasiado grande y quitándole la “x” a la palabra sexo. Desde entonces tocar una cámara había sido una tarea titánica, cada vez que la acercaba a mi rostro el ocular esperaba verla aparecer al otro lado, sonriendo y posando mientras me decía que dejara de hacer el tonto. Aquello se había acabado.

Salí de la ducha porque los dedos empezaban a arrugarse. Fui a la cocina y me tomé un zumo de manzana, eran las diez menos veinte de la mañana, pero por la ventana sólo se veía pasar a la gente como si de hormigas se trataran, ventajas de vivir en un décimo piso, pensé. Me vestí con calma, vaqueros, una camiseta desteñida que rescaté de debajo de la cama y mi cámara Pentax de 35mm, un objetivo gran angular y otro para distancias cortas, nunca se sabe dónde está la foto hasta que aprietas el disparador.

Pisé la calle, Berlín hervía, cómo el primer día que desembarqué en esta ciudad, no se por qué me vine a vivir aquí hace ya casi cuatro años, imagino que por huir de ese tipo de fantasmas que siempre te muerden el culo. Quería una fotografía expresiva, algo que pudiera evocar contrastes, sin pensarlo giré a la derecha en dirección a Neuer See, en Tiergarten, un parque enorme en el centro de Berlín, al lado de la Universidad, donde los estudiantes solían campar a sus anchas junto a jubilados nostálgicos de un pasado que jamás conocieron.

Era Marzo, el tiempo acompañaba, la luz se filtraba entre los árboles creando efectos dignos de George Lucas. En los lagos que bordean al parque se podía ver una realidad distorsionada por las ondas que provocaba el viento. Una realidad de ensueño, casi mágica. Tuve que recordar que no creía en la magia para no acabar como Narciso.

Todo fotógrafo sueña con la misma fotografía, esa que te hace pasar a la historia y ganar el Pulitzer. Yo no soy menos, y la busqué. A cincuenta metros de uno de los lagos había un niño de unos diez años volando una cometa con su abuela, la cometa se reflejaba en el agua como una mancha amarilla, de forma que no se sabía si se trataba de una cometa en un bonito parque alemán o de una bolsa de plástico arrojada por algún depravado en la playa de Benidorm. Decidí que aquella sería la foto que, si no el Pulitzer, al menos pagaría mi alquiler este mes.

Saqué la cámara, un regalo de un viejo amigo que ahora debe andar por Ginebra, y puse el gran angular. Las cámaras Reflex tienen una peculiaridad, La idea, de forma intuitiva, es que, para enfocar, has de girar a un lado o a otro el objetivo. Fácil. No.

Imaginad las vías de un tren. Paralelas. Pensad en qué ocurriría si se cruzasen, al margen de los doscientos doce muertos de turno. En ese punto es donde cascas el "click" y te sale, bien enfocada, la foto. Ganas el premios, y palmadas en la espalda, te haces famoso, luego una playmate te la chupa y listos.

El problema es cuando la foto sale desenfocada; en realidad no sale desenfocada, simplemente sale enfocada en un punto distinto al que tú, pobre mortal, pretendes. Las vías del tren. Una fotografía tomada con una cámara Reflex se enfoca en un punto, el torneo va de hacer coincidir ese punto con lo que tú, pobre mortal, quieres fotografiar... la foto no está mal hecha, está hecha a algo que no pretendías hacérsela. De este modo puedes llevarte grandes sorpresas al revelarlas...

Cuando enfoqué, a unos cuarenta metros del lago, la cometa, el crío y toda esa mierda, fue cuando la ví. Salía completamente desenfocada, tal vez fuera por eso por lo que disparé sin pensarlo dos veces, mucho antes de tenerla enfocada… Poco a poco fui girando el objetivo como quien da cuerda a un reloj, con la esperanza de cuadrar mi visión con los segundos monótonos del “tic-tac” y, como por arte magia, apareció.

Estaba sola, vestida de forma despreocupada, camiseta de cualquier tienda, de color negro y algo holgada, unos pantalones de pana y unas zapatillas desgastadas (con los meses supe que estaban desgastadas por los paseos buscando parajes, pero eso ya es otra historia), cuando la tuve enfocada volví a disparar, abrí angular y volví a disparar… el niño, la cometa, el lago… todo aquello podía irse, juntito y de la mano, a tomar por el culo, mi editor y mis facturas con ellos, por supuesto.

Estaba sola. Estaba sola en un parque de Berlín. Se veía que no era de allí, pero no se podía asegurar de dónde era, por eso me atrajo, por todas las incógnitas que despertaba, por eso me acerqué, por todas las exclamaciones que sugería, por eso, una semana después estábamos encendiendo un cigarrillo a medias en Berlín oeste, por los puntos suspensivos en los que derrapé por su culpa como estos, atentos: …

Cuando le disparé la cuarta fotografía me miró, y, estoy seguro, su mirada veló el carrete. Me dí por aludido y me acerqué. Ella puso cara de no saber de que iba la historia.

“Perdona por las fotos” le dije en un alemán más académico que otra cosa. “No me pidas perdón por algo así, ya lo harás más adelante por algo que de veras merezca mi perdón” me contestó en inglés. Cambié de registro, me la jugué al italiano y respondió en castellano, dejemos las barreras idiomáticas a un lado, que, como cordilleras, molestan más que otra cosa. A un “de dónde eres?” le siguió un “de aquí y de allí” y a lo del café me contestó un capuchino sin azúcar, el café sólo y amargo, como la puta vida.

Lo próximo que evoco es una cafetería donde estaba prohibido fumar, los dos más cohibidos que ilusionados, pero a la vez anhelantes por ver dónde desembocaba aquella caza de brujas. Desembocó en un viaje en moto, ella agarrada a mí, en otro parque de Berlín, un parque que tiene nombre de poeta maldito.

No me mintió, era de aquí y de allá, podíamos hablar en tres o cuatro idiomas perfectamente y en un par más de forma incorrecta, pero el mejor lenguaje era el otro, el de las risas, las medias palabras y las miradas. Le pregunté cuánto tiempo estaría en Alemania y me contestó que si lo supiera perdería la gracia. Ese día corté una baraja por la mitad y salió un As, así que hice las maletas. Ese tipo de cosas sólo las puedes hacer cuando crees en la magia, no la de ver aparecer, o desaparecer, cosas delante de ti, si no la otra magia, la de encontrar a la mujer de tu vida en un ascensor, ese tipo de magia.

Su nombre, que tantas veces grabamos junto al mío (y supongo que antes junto a otros) a punta de navaja en algunos árboles, tenía nombre de personaje de Lord Byron, yo no me llamaba Majnun, pero tampoco le importó demasiado.

Evocaba a noches de otros tiempos y, cuando giraba una esquina, parecía que Aladín, el mago, la alfombra mágica y el loro rojo aquel, iban a salir corriendo detrás de ella. Le gustaba pasar desaparecibida, estar sola, coger setas en grandes jardines y el silencio, pero eso no era siempre posible, así que hacía de tripas corazón y defenestraba a los “David´es” que le trababan el camino.

Cuando el tipo aquel (creo que fue Neruda, pero siempre suspendí literatura) escribió lo de “Me gusta cuando callas porque estás como ausente” debía estar pensando en ella. Años después Sabina (un día los niños estudiarán a Sabina en literatura) cantó “con dos en una cama sobran testigos, cura y juez”, la frase la hicimos nuestra. Sin promesas estúpidas, de esas que luego te asaltan por la noche, decidimos darnos lo que buscábamos.

Un tiempo después, qué más da si se trata de meses o de días, me desperté solo. El hueco que dejó entre las sábanas no era comparabe al que dejó en otros sitios, pero no me quiero poner cursi a estas alturas. Sobre la mesa de la cocina había una regadera en forma de cerdo con alas y una nota “Riega tu mis plantas. Cuídate.”

De vez en cuando me voy, con mi vieja Pentax, a buscar a niños que hacen volar sus cometas, con la esperanza de revivir recuerdos, pero, si lee esto que se esté tranquila, sólo es de vez en cuando.

01 noviembre 2006
 
Soliloquio.

Bla, bla, bla.


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