La Última Fila
FORO! Las notitas de clase
21 agosto 2007
 
Apuesta.

Salió del baño de la habitación tras una nube de vapor que empañaba su desnudez. Se tiró en la cama de espaldas, sintiendo como el nórdico con funda de lana le secaba las últimas gotas de la cabeza. Alcanzó el móvil con los ojos cerrados, lo puso frente a su cara mientras mantenía el aliento, y abrió los ojos mientras expulsaba una bocanada de aire. En los dos segundos que tardó en verlo, enfocarlo y procesarlo, su corazón le dio un vuelco y la bocanada se tornó nasal por la risa que estalló en sus pulmones. Se contuvo hasta esbozar una sonrisa y abrió el SMS que anunciaba el sobre parpadeante en la pantalla de su móvil. No había fallado, ahí estaba, un mensaje mandado a kilómetros de distancia por ondas que, al tomar forma de letras, le hizo el hombre más afortunado del mundo.

01 agosto 2007
 
Tiempo.

Odiaba la primera meada después de un polvo. Sabía que si se despistaba acabaría teniendo que fregar el baño, así que decidió mear sentado. Con los codos apoyados sobre las rodillas y las manos apoyadas en las mejillas se evadió mientras meaba. Empezó a pensar en Ella, seguramente estaba tirada en la cama buscando un cigarrillo que encender, desnuda, resplandeciente.

Pese a que la conocía desde hacía tiempo, todavía se asobrada deleitándose al descubrir una nueva manía, frase, peca o carcajada nueva. Ahora tenía la piel del color del chocolate, y el pelo largo y rizado, estaba preciosa, y fue así, con la piel color chocolate y el pelo suelto como le dijo, unos días atrás, que le encantaban los puzzles y que le había regalado uno. Los puzzles.

Meando, y con las manos aún en las mejillas, siguió pensando. Los puzzles, algo nuevo, algo que Él no había sabido en los últimos ocho meses y que ahora le sorprendía y le hacía sonreir. Él no sabía demasiado de puzzles, pero se hizo una idea de qué iba el asunto.

Un puzzle suele ser una fotografía, dibujo o cuadro, dividido en un número variable de piezas que se pueden ensablar y desensablar entre sí, formando, además del puzzle, un lio de tres pares de cojones. Cuando ves un puzzle montado todo encaja, todo tiene un sitio armonico en el que realiza una función perfecta y dejas de ver piezas para ver un todo. Bien, la gente es así, estamos formados por miles de facetas que nos conforman, y lo que de verdad importa es de qué tipo de piezas estamos formados.

La pregunta que le rondaba mientras apuraba la meada era "¿De qué tipo de piezas estará formada?", Él y la pregunta salieron del baño, cruzaron en pasillo y abriron la puerta del dormitorio. Desde la cama, Ella encendía, desnuda, resplandeciente, un cigarrillo. La pregunta desapareció destrozada por la respuesta hecha carne. El se quedó mirándola en le quicio de la puerta. No había preguntas o respuestas posibles en un caso así. Se conocía, se conocían muchísimo, pero hay cosas que no sabían el uno del otro.

Él se apartó de la puerta, se acercó a la ventana, la abrió y saltó a la cama al lado de Ella. En los nueve segundos que había tardado en hacerlo todo Ella había dado dos caladas al cigarrillo, en humo de la segunda todavía estaba escapando de su boca cuando Él la besó. No se le iba la alegoría del puzzle de la cabeza, sonreía pensando en ello, el resultado era inevitable.

- De qué te ries?
- Sonrío...
- Y por qué sonriés?

Era una conversación que había repetido miles de veces, y que les hacía a los dos descojonarse por dentro, mostrando una aparente pero discreta sonrisita estúpida por fuera, que a su vez trataban de mal disimular para hacerle ver al otro que la procesión iba por dentro. Ese tipo de juegos de espías era algo que a Él siempre la había fascinado de Ella; era una de las personas más inteligentes que conocía, pero también una toca cojones capaz de desesperar a Santa Teresa de Calcuta, y eso era lo que había hecho que Él se enamorara como un chiquillo estúpido. Y Ella lo sabía.

Ella tamién estaba enamorada, se le notaba en la forma de mirarle por la mañana, o en la sonrisa de quinceañera que precedía a un montón de besos en la ducha, incluso cuando torcía el gesto al ver que Él decía alguna estupidez, se veía preocupación en sus ojos. Sí, Ella estaba enamorada, y Él también lo sabía.

Volvían a estar juntos, aquella enorme cama volvía a ser el gran océano en el que navegaban juntos, los besos, los abrazos, las miradas, las risas, los polvos, los insultos... todo volvía a estar en su sitio.

Decidieron desayunar fuera, ya no por la pereza de la cocina (sí, esta vez El desayunaba en casa por voluntad propia) si no porque eran más de las cuatro de la tarde; se ducharon entre risas, y besos, se vistieron y salieron de casa dando un portazo. Tal vez fue por el portazo y la corriente de aire que se desató, pero el caso es que a tres metros de la puerta, sobre una mesa, en puzzle de mil piezas, una de ellas cayó desde la caja al tablero, ocupando, exáctamente en lugar que le correspondía.


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