Revolución.
Trebor era un tipo como otro cualquiera, un tipo del montón, al que un día, Robin, le contó el cuento de deshojar margaritas...
- Verás, tu tomas una margarita, y comienzas a deshojarla, mientras canturreas si alguien te quiere o no te quiere.
- Y pude ser quién yo quiera? – Preguntó Trebor.
-Por supuesto- Contestó Robin- Quien tu quieras!
Así que Trebor comenzó a deshojar margaritas.
Probó, primero, suerte con todas las chicas del barrio, una a una fue deshojando margaritas. Probó, después, con todas las del pueblo; y, tras eso, con todas las de la comarca...
La fama de Trebor fue creciendo como lo hacían los pétalos de margaritas, que cubrían, casi por entero, el suelo de su casa. Tantas margaritas deshojó Trebor, que, al tiempo, la floristería del barrio tuvo que pedir a otras floristerías que le abasteciesen. Y Trebor seguía deshojando margaritas. Tantas margaritas deshojó Trebor que su casa olía por toda la manzana, y los vecinos murmuraba. Y Trebor seguía deshojando margaritas. Tantas margaritas deshojó Trebor que contaban que su edredón estaba relleno de pétalos. Y Trebor seguía deshojando margaritas. Tantas margaritas deshojó Trebor que el vecino de la casa de enfrente tuvo un choque anafiláctico causado por la alergia.Y Trebor seguía deshojando margaritas. Tantas margaritas deshojó Trebor que le acabaron conociendo como el Margarita, y no porque fuera siempre borracho, añadía siempre quien contaba la historia... . Y Trebor seguía deshojando margaritas...
Un día, a fuerza de deshojar tantas margaritas, un tallo, ya sin pétalos, mientras oía el leve rumor de “me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere...” decidió que ya había bastante, y con un doble salto mortal, se hundió en el ojo derecho de Trebor, dejándole tuerto.
Trebor dejó de contar margaritas.
Con los años la historia de Trebor se fue olvidando, y jamás me la hubieran contado a mi si no fuera porque, pasados muchos años, Trebor murió, y, cuando fueron a sacar el cuerpo de su habitación, vieron que la cama estaba muy mullida. Dentro del colchón encontraron miles de moscas muertas, con todas las patas arrancadas.No es que me haya cansado de pelar margaritas, pero me voy cansando.
Un beso, reina.
Al final sucumbí al vicio, deshojé cualquier edredón, arranqué todos los colchones a mi alcance; pero en el fondo buscaba la margarita, aquellas precisas respuestas. En la medida de la marea, fui olvidando, matando toda nostalgia o pétalo o aroma. El placer va humedeciendo las palabras y la sucesión de savia y alas va emborronando todas las líneas de un texto.
¿Quién ha perdido?