Azar.
Seis de la tarde. Un bar del centro. Una mesa en un rincón y Javier pidiendo la primera cerveza y preguntándose si esta vez será que sí.
Ella llega tres minutos después, le ve y le sonríe en un solo movimiento. Javier se medio incorpora, también sonriendo, le da dos besos y va a por otra cerveza.
Se sientan, y empieza el juego.
Veinte minutos después, Javier está desolado, ésta también es idiota.
Se levanta para ir al servicio, piensa que en cuanto vuelva del baño se inventará una excusa para largarse cuanto antes. No llega al baño, gira antes, y sale a la calle. Sin explicaciones.
De camino a casa va pensando en por qué ha decidido no jugar para bingo, e intentar follársela...
Antes del siguiente cruce, a tiempo que sobrepasa a una pareja de ancianos, resuelve que no se ha la follado porque eso le habría convertido en un putero.
Por el módico precio de siete euros en cerveza, y tres horas de conversación aburrida, puedes follarte a una rubia. Pero eres un putero. Javier lo sabía, y no quería volver a ser eso, otra vez. Había decidido salir de aquel atolladero cinco meses atrás, cuando decidió encontrar a alguien que le entendiera como lo hacían sus amigos, sin pegas, alguien con quien mostrase como realmente era. Simplemente sentirse libre y cómplice.
Por ahora no había encontrado nada, al menos nada que no fuera idiota.
No se trataba del ideal de amor, no quería pensar que la forma de encontrar a alguien interesante pasase por el apollardamiento propio del enamorado; lo suyo era, más bien, encontrar una compañera de onda.
Alguien con quien estar tranquilo, a gusto, alguien con quien abordar una bronca en términos de “pros” y “contras”, no en términos de “gilipollas” y “zorra”.
En definitiva, el juego no era enamorarte de alguien y aprender a tratar con su carácter, si no enamorarte del hecho de poder tratar con ella de una forma simple y natural.
Probablemente, la de Javier, era una de las empresas más difíciles de la historia. Es más difícil encontrar a alguien así que descubrir la vacuna del SIDA.
La mayoría de las parejas están formadas por un engañado y un farsante. El engañado es el que cree que todo va bien, siempre. El farsante es quien soporta al engañado. Al final el farsante se va por tabaco, y no vuelve, y el engañado pasa a ser un cadáver ambulante durante tres o cuatro meses.
Javier había sido farsante y engañado, y ya estaba astiado de la película de siempre. No quería volver a tragarse la mierda de nadie.
En todo esto andaba pensando cuando le entraron ganas de fumar. Tiró mano al bolsillo y descubrió que se había dejado el paquete de tabaco en el bar. Para no volver a ver a la rubia, optó por cruzar al estanco.
En la acera de enfrente había una chica. Estaba encendiendo un cigarrillo. Decidió pedirle uno. El semáforo se puso en verde, y ella bajó la cabeza y empezó a andar a tiempo que murmuraba algo cada vez que pisaba una línea blanca.
Javier se quedó conmovido por el gesto. Es algo que él siempre había hecho. Contar las líneas blancas de los pasos de cebra. El paso más largo de Valencia tenía 23 líneas blancas, el más corto sólo tenía tres. El lo sabía, y tal vez ella también.
Cuando se cruzaron ella ni siquiera alzó la cabeza, tan concentrada iba por la ralla número nueve, Javier no le pidió el cigarrillo, pero se dio la vuelta y la siguió.
Una vez los dos estuvieron a salvo, al otro lado de aquel paso de cebra de catorce rallas blancas, Javier le habló.
-Te he visto.
- Perdona, qué dices?
- Las has contado.
Aquí la cámara hace un travelling, y aparece el narrador cerrando un libro.
Si, en última instancia, conocer a alguien cruzando un paso de cebra puede acabar bien o mal, es algo que prefiero que decida quien lea esto. Pude que Javier le cambiara un cigarrillo por un café, y puede que ella aceptara, y ese prime café diera paso a una cena, una tarde en la playa, o un canuto de maría a medias en un sofá. También puede ser que ella declinara el café con una sonrisa, y que Javier no llegara ni a saber su nombre.
La gente se divide, a fin de cuentas, entre los que creen que Javier y la chica del paso de cebra fueron felices y comieron perdices, y los que opinan que esto es una majadería, que nadie puede conocer así a alguien que valga la pena. Incluso habrá a quien todo esto le importe un carajo.
Encontarte a alguien del modo que lo hizo Javier sólo pasa en la televisión, o en algunas historias de barra. La gente se conoce de otros modos, y tal vez ese sea el problema.
Yo, personalmente, no se cómo acabó la cosa, pero el otro día, mientras andaba por la calle me crucé con una pareja que, fumando y agarrados por la cintura, atravesaron un paso de cebra, contando, en un murmullo y a la par, las rallas blancas...
Seguramente la rubia no era idiota, sino que Javier se sentía imbécil buscando y prefería echar la culpa a las rubias o a los puteros.
¿Qué podemos perder más que la infatigable losa del sistema autista en que nos alienamos?
Ésta es otra revolución humana pendiente, lo insólito, la apertura, la tan voceada y mecanografiada globalización preserva esa orilla para nosotros, los de la última e incómoda pregunta, los de destino ya fatídico y sombreado.
"Javier se acercó tambaleante y la chica pensando que estaba loco y paranoico le vadeó con uno de esos vanidosos silecios.Algo conmocionado decidió quedar con su amigo Pablo y relatarle entre otras cosas su locura incontrolable. Esa misma tarde entre pinta y pinta Pablo y Javier asaltaron una mesa próxima llena de rubias del norte: pases de torero, spanglish perfeccionado y una mirada segura y fiera por el apoyo de su igual... les condujo a las 23:00 en la plaza
de las palomas junto a Catherine y Stephanie"
Lo que pasó a continuación siempre goteará un libro, un blog... es la inercia de la creación incentivando y aliñando nuestra vida, Sr Narrador
También puede que los chicos que viste contar barras blancas no se conocieran cruzando un paso de peatones, si no sin magia ni concierto, en una clase, en una discoteca abarrotada... A veces la magia ni siquiera empieza con magia...
¿Te veo en Bristol?
Así lo conocí, hace 5 meses. AHora trabaja fuera, y son circunstancias, pero A MÍ ME PASÓ...
Justo ahora le decía a este chico que "si buscas la suerte, la generas".
Un abrazo Pau,
a ver si lees mi blog q a mí tb me vendría bien apoyo jeje.