La Última Fila
FORO! Las notitas de clase
26 junio 2006
Fuegos.
Se sentía asqueado. La noche anterior se había alargado más de la cuenta, a las cuatro de la madrugada no encontró un taxi tan fácilmente como hubiera pretendido. Jodido San Juan.
Mientras se duchaba miro su rejol de pulsera, era de plástico, de los que encuentars en una gasolinera por menos de dos mil pelas, era efímero, como todo de lo que se rodeaba. Pasaban veinte minutos de medio día, eso quería decir que no había dormido más de seis horas, empezaba a entender su dolor de cabeza.
Intentó poner orden en su cabeza con el chorro de agua helada cayéndole por la espalda. Estaba seguro de que no había nadie en casa, recordaba que su compañero de piso le había dicho el día anterior que se iría a casa de la novia, los padres se habían largado de fin de semana. Intentó visualizar la nevera, la había abierto a las seis y media, al llegar a casa, se había conformado con beber un trago de zumo industrial... ahora deseaba traer a la memoria la imagen de la nevera, tendría algo que comer? estaba casi seguro de que no, mierda.
Cerró el agua y salió, desnudo, del baño, en el pasillo encontró sus vaqueros y una camiseta, al pisarlos maldijo en voz alta. Arena. Odiaba pisar arena, y mucho más dentro de su casa. Chutó la ropa hasta su habitación, donde la amontonó en la misma esquina en la que estaba toda la ropa de la semana anterior.
Abrió el armario, era un pandemonium, Dante estaría orgulloso de él. Mientras se rascaba la espalda, notando que aún tenía restos de espuma, miró por la ventana, cielo grisaceo, qué novedad...
No entendía demasiado bien qué le había llevado a hacer todo aquello. Se tumbó en la cama y encendió la radio, U2, genial, la primera alegría del día. Vibró el móvil encima de la mesilla de noche, lo agarró con los ojos cerrados, abrió un ojo y vio que la llamada era de sus padres. Lo volvió a dejar en la mesilla de noche. No quería discutir.
Bien, se dijo, ha pasado un año exacto, veamos qué me ha preparado hoy Dios.
Se vistió de forma automática, era Jueves, estaba todo abierto y la calle atestada, hoy le apetecía pasar inadvertido, se metió en un autobus, puso el volumen del iPod al máximo, y se fue hasta un centro comercial. Era de los pocos sitios donde le darían de comer.
Media hora después tenía un menú BigMac con Cocacola y patatas grandes dentro de una bolsa de papel, entró en una librería y compró "El Ocho" de Katherine Neville. Se sentó en un banco de plástico que imitaba a un perrito caliente y, mientras Bob Marley gemía por sus altavoces, abrió la bolsa de su comida. Se sentía anónimo. Eso le reconfortaba.
Acabó de comer, salió a la calle y le pidió un cigarrillo a una chica que estaba allí fumando, lo hizo sin quitarse los cascos de los oidos, con lo que la chica simplemente se lo tendió sin decirle nada. Anduvo siete metros, apoyó su espalda contra el capó de un Opel Astra y se prendió el cigarrillo.
Empezó a pensar en la noche anterior. Había pagado el doble de lo que le había costado su comida para que un taxista le llevase hasta la playa, una vez allí, y cuando anocheció, hizo un hoyo en la arena, sacó tres periódicos antiguos, los arrugó y les prendió fuego, llevaba en la mochila cerca de diez kilos de papel, así que tería para mucho tiempo. También de la mochila sacó una botella de ron, un litro de cola y un vaso, le daba igual que no estuviera frio. Abrió la cartera y sacó un pequeño trozo de costo, no tenía para más de tres porros, pero habría bastante, tenía que haberlo. Empezó a fumar con su tercera copa, era la una, no sabía a qué hora se daría por sadisfecho.
Mirando al mar, sólo en varias centenas de metros, empezó a pensar en la misma noche, hacía un año, la noche de San Juan, aquella noche la había pasado rodeado de gente, riendo, bebiendo y fumando, pero, en aquella ocasión se sentía igual de vacio que ahora.
Volvió en sí cuando se dio cuenta de que el dueño del Astra se acercaba llave en mano, tiró la colilla y se encaminó, de nuevo, al centro comercial. Se sentó en una cafetería y abrió "El Ocho", ojeó las primeras líneas, pero no pudo leer, seguía pensando en anoche, en la noche de hacía un año, en tantas noches.
Estaba en Bristol, una ciudad universitaría al suroeste de Ingalterra, hacía casi nueve meses que estaba allí, sonrió, sacó un boli de su mochila y escribió en la contraportada del libro.
"Regalad este libro a cambio de una sonrisa, vale exactamente eso."
Se acabó el café, se levantó oyendo a Bob Marley y dejando, tras de sí, el puto libro. Estaba feliz.
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